miércoles, 11 de enero de 2017

Neuromarketing y los estímulos sensoriales para ¿vender?

Hace algún tiempo que tengo ganas de dedicarle un post exclusivamente a este tema. Lo hemos tratado indirectamente en muchísimas ocasiones, pero quería dedicarle una publicación exclusivamente a lo que comúnmente se han llamado los estímulos y su influencia en la decisión de compra. Un tema tan interesante como desvirtuado y muchas veces malinterpretado o no lo suficientemente comprendido.

Partiendo de la base de que el ser humano se relaciona permanentemente con el medio a través de los cinco sentidos, no es disparatado, es más, es recomendable que las marcas se relacionen con sus clientes y potenciales clientes a través de los cinco sentidos. Es por tanto propio de una marca del siglo XXI el que al aspecto visual, se le unan el sonoro, el háptico (táctil), que tenga un aroma e incluso un gustotipo. Si las marcas tienen que relacionarse con seres humanos, es lógico que puedan hacerlo comunicándose igual y con los mismos medios.

Como no hay nada que a un ser humano le comunique más y mejor que otro ser humano, también es lógico que las personas que representan o se relacionen con los clientes de una marca tengan unos rasgos compatibles con los de la marca o que se comporte de acuerdo a ésta. Hasta aquí todo lógico y coherente.

Lo que ya no es tanto, es hacer con esto una tendencia natural en el ser humano que reducir y simplificar en exceso el concepto. Que una marca tenga un determinado color o use un determinado sonido o música no implica que por el hecho de usarlos vaya a vender más. Es decir, que afirmaciones como la de que usando un determinado ambientador las ventas pueden aumentar, es una afirmación un tanto exagerada.

También hemos comentado en muchas ocasiones que el ser humano es un ser contextual. Vive inmerso en un entorno donde se relaciona con otros seres humanos, con objetos, donde están implícitas unos patrones y normas de comportamiento. La misma persona, transmitiendo la misma idea, probablemente lo hará de forma diferente si lo hace ante su grupo de amigos que ante un grupo de inversores o ante un grupo de niños. Y posiblemente también vista diferente en cada ocasión.

Es decir, que nos comportamos de forma diferente en diferentes contextos. El que una marca use el estímulo que sea (ya sea visual, auditivo, un aroma, o lo que sea), usando términos informáticos, ayuda a que este identifique un determinado contexto, cosa diferente es que ejecute una determinado comportamiento como es el de comprar.

Es decir, que si yo pongo aroma a café quizá ayude a que determinadas personas identifiquen ese lugar como un lugar confortable si previamente esa persona se ha sentido así en muchas ocasiones donde estaba presente ese aroma (y digo quizá, no afirmo con seguridad). Pero no por poner aroma a café voy en una casa la voy a vender con más facilidad. Me puede ayudar a que el potencial comprador evoque una determinada sensación, pero no directamente a vender más.

Qué ocurre, que el mundo del marketing es el mundo de la probabilidades. Nunca es del cien por cien, pero si una acción concreta ayuda a aumentar la probabilidad aunque sea un poco, si su coste lo justifica, por qué no hacerlo. A veces la diferencia entre un vendedor y el líder  son décimas o un pequeño porcentaje, por qué no hacer acciones que me puedan ayudar a que la probabilidad sea mayor. Pero una cosa es eso y otra que por estar presentes determinados olores, sabores o texturas la venta ya esté prácticamente hecha.

El ser humano no es un robot. Siempre que te de un pisotón no vas a reaccionar igual. No porque haya un aroma siempre vas a comprar siempre. No es una relación estímulo-respuesta las que nos lleva a recomendar a las marcas que se relacionen así con sus clientes. Es una relación estímulo-claves contextuales que no necesariamente desembocan en vender.

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