miércoles, 30 de enero de 2013

¿Dónde está el límite de la emoción?

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Hace ya varias quincenas que vengo dedicando casi todos los posts a hablar de emociones. En las marcas, en las empresas, en las Experiencias Corporativas, ...

Las emociones son el lenguaje del ser humano. A través de ellas nos relacionamos. El lenguaje, el tacto, las miradas, no son más que formas de expresar y comunicar las emociones que sentimos en nuestro interior. En el interior de nuestro cerebro, claro. Aunque a veces parezca que residen en nuestro vientre en forma de mariposas, realmente están en lo más alto de nuestro cuerpo. Igual que necesitamos los sentidos para percibir emociones, también los necesitamos para expresarlas. Pero también nuestro cerebro se ve en la necesidad de comunicárnosla a nosotros mismos. Apareciendo, así, poéticas mariposas, sudoración o, incluso, temblor.

Respirar, amar, hablar, actos maravillosos y a la vez comunes y corrientes. Tan naturales, comunes y corrientes como: Comprar.

Las empresas necesitan de la relación con sus clientes para subsistir. Una empresa sin clientes puede ser muchas cosas, pero no puede llamarse así: Empresa. Para que haya comunicación efectiva, es necesario que las partes entiendan el mismo lenguaje. Es por eso que las empresas están "obligadas" a usar las emociones para comunicarse con su mercado. Porque es el lenguaje de quienes lo conforman: los seres humanos.

Pero en esta vorágine de emociones hay que tener cuidado con la saturación. Para aquellos a los que nos encantan las colonias, entrar en una perfumería es una experiencia de lo más agradable. Antes de cruzar la puerta ya estamos disfrutando de lo que vamos a oler. No sabemos qué perfume probaremos. Ni siquiera la forma o el color del tarro. Pero ya disfrutamos imaginando aromas.

El problema viene cuando hemos olido tantas que nuestro sentido del olfato se satura. Ya no huele nada, o no como al principio. Hay que esperar un tiempo a que dicha saturación desaparezca. Un descanso para que ese embotamiento se vaya.

Las empresas deben emocionar, las marcas también, las Experiencias Corporativas se diseñan pensando en evocar emociones en el cliente, es así. Pero lo que no hay que hacer es saturar.

Como cada persona, cada cerebro, es un mundo, tenemos que intentar evocar emociones por diferentes sentidos. Pero si en nuestro afán por hacer revivir las emociones que se encuentran latentes en el cerebro de nuestro cliente pecamos por exceso, entonces no conseguiremos nada. Emocionar con la marca sí, con la Experiencia también, con todo, pero sin llegar a saturar. Porque entonces, igual que ocurre con nuestro olfato en las perfumerías, saturamos emocionalmente a nuestro consumidor. Se va toda la Experiencia Corporativa al traste.

La saturación de emociones bloquea. Justo lo contrario a lo que queremos que haga nuestro cliente en el punto de venta. Bloquearse es sinónimo de no hacer nada, tampoco comprar.

En el término medio está la virtud que dice el sabio refranero español. Pero ¿Dónde está el término medio? ¿Cómo fijarlo objetivamente? ¿Cómo saber diseñando una Experiencia Corporativa dónde está el límite y dónde el término medio para no saturar? Preguntas para las que aún no tenemos respuesta. Ni las neurociencias ni, por tanto, el neuromarketing las han encontrado aún.

¿Seguimos hablando en Twitter?: @joseruizpardo 

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