miércoles, 25 de abril de 2018

Neuromarketing y el papel de burbujas


En neuromarketing se suele hablar mucho de las zonas o centros de recompensa, cierto es que suelen estar asociadas a las compras pero observar aumento de actividad en éstas áreas no implica necesariamente que el cliente sienta satisfacción por la compra. Como todo, este aumento de actividad hay que leerlo en su contexto y sacar conclusiones en conjunto.

Las llamadas áreas de recompensa, no son zonas localizadas exclusivamente en una parte del cerebro, todo lo contrario. Se extienden desde las zonas evolutivamente más antiguas hasta las más recientes, lo que ya da cuenta de la importancia que tiene su función para el ser humano, pues a lo largo de la evolución no hemos dejado de desarrollar zonas que intervienen en estos procesos. Se extienden desde el área tegmental ventral que se encuentra en el tronco del encéfalo (capa profunda) y asciende hasta el lóbulo frontal, evolutivamente más reciente y más relacionado con el aprendizaje y la conducta y “menos automática” que la primera. Por el camino recibe muchas terminaciones y también está conectado con otras muchas áreas. De ahí que no se puedan extraer conclusiones solo viendo su aumento de actividad y sea necesario extraer conclusiones del contexto.

Que haya activación en estas áreas, no significa tampoco que necesariamente haya sensación de placer. Parece ser que el núcleo de accumbens está relacionado con dicha sensación, pero pero puede haber aumento de actividad en el “resto de áreas de recompensa” sin que haya necesariamente sensación de placer. Es cierto que muchas compras tienen como consecuencia la actividad en este núcleo, pero no significa necesariamente que sean compras placenteras, como decíamos al principio, todo hay que leerlo en su conjunto y desgraciadamente no todo es tan sencillo como monitorizar la actividad de un solo núcleo.

Una de las funciones fundamentales de nuestro sistema de recompensa es intervenir en el aprendizaje, permitiendo asociar emociones agradables e incluso placenteras con determinadas acciones. Y sí, las compras o determinadas compras pueden formar parte de ese aprendizaje placentero y ahí es donde está la verdadera importancia de la monitorización de estas áreas en los procesos de compra. Para sacar conclusiones, no es tan importante si una compra puntualmente produce o no placer, sino el posible aprendizaje asociado.

Y como curiosidad sobre este sistema de recompensa, un trabajo reciente de un equipo de neurocientíficos de la UCLA (California) va a publicar en los próximos meses un trabajo con fMRI en el que se muestra la actividad en el núcleo de accumbens en más del noventa por ciento de una muestra de doscientos estudiantes cuando explotaban papel de burbujas. Efecto que también observaron en el sesenta por ciento de las chicas de la muestra cuando veían imágenes en las que se “explotaban” granos de acné. Dos actividades que, inexplicablemente para muchos, causan placer y dicen no saber por qué. El por qué lo causa no lo sabremos, lo que sí podemos afirmar es que está relacionado con la activación de las zonas de recompensa. El aprendizaje consiste en asociar esa sensación con la conducta, luego una vez estos estudiantes han experimentado esas situaciones, han asociado la sensación placentera con la conducta, cada vez que la repiten de nuevo “reviven” ese placer. Por eso la importancia de este aprendizaje en la conducta de compra, más que provocar placer o buenas sensaciones, lo que hay que buscar es que el cliente termine asociándolas al producto y a las marcas, puesto que este aprendizaje es imprescindible para la fidelización.

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