El mundo es cada vez más pequeño. Hoy es mucho más rápido
y barato ir de un punto a otro del planeta y podemos tener una comunicación
constante y fluida, incluso viéndonos las caras, con clientes que pueden estar
en otro punto del planeta y además haciéndolo con una tarifa plana mensual, la
que pagamos a nuestra operadora de telefonía, que incluye muchísimos más
servicios, con lo que esos cuarenta euros al mes son tremendamente fáciles de
amortizar.
Una consecuencia lógica de la globalización es que
empresas que nacen en un país, puedan dar el paso a comercializar sus productos
al resto del mundo mucho más rápido que hace años, pero sobre todo más barato.
Comparemos el precio de una llamada telefónica Internacional de hace veinte
años, con el de cualquier tarifa mensual de Internet de hoy y sin tener
limitación de tiempo gracias a cualquiera de las aplicaciones, que además son
muchas, que nos permiten comunicarnos entre nosotros.
Y ya no solo es que una empresa pueda saltar de un país
al resto con relativa facilidad, es que también saltan de un sector a otro
también con mucha facilidad y una buena prueba lo tenemos con lo que empezamos
a vivir y que veremos desarrollarse plenamente en unos años. La incursión de
las grandes tecnológicas en la banca y de la banca en la tecnología.
El Smartphone es ya casi una extensión de nuestras
extremidades y prácticamente todo lo hacemos desde ahí. Hoy puedes incluso
decirle a la lavadora desde el móvil que empiece a hacer la colada calculando
la hora a la que llegamos a casa según nuestra agenda, para que así solo
tengamos que tenderla cuando lleguemos. Cierto es que no es una práctica
extendida, pero ya se puede hacer y conforme vaya pasando el tiempo, como en
otras cosas, dejará de ser algo adicional que traen algunos modelos para
convertirse en algo que lo traen todos, con lo que, conforme las vayamos
renovando, iremos teniendo esa función disponible si lo deseamos.
Y si se puede hacer a través del teléfono algo como la
colada, no digamos cualquier operación bancaria. No hace tanto que para hacer
una transferencia tenías que desplazarte, obligatoriamente, a una sucursal y
hoy puedes hacerle un micropago a un amigo con una aplicación que ni siquiera
pertenece a ninguna entidad bancaria y encima la oferta es variada.
La tecnología es la vía con la que nos relacionamos con
el resto de personas y de objetos y, por tanto, el canal natural con el que nos
queremos relacionar en todo lo que se refiere a operaciones financieras. Con lo
que el círculo se estrecha, y ahora qué son ¿las tecnológicas las que van a
entrar en el negocio bancario o los bancos los que entrarán en el digital?
Pues de momento, las TIC ya están haciendo sus pinitos y
sus pequeñas pruebas como bancos, mientras que los bancos, que le ven las
orejas al lobo, tratan de ponerse las pilas en una carrera que, a día de hoy,
van en clara desventaja, pues Google, por poner un ejemplo, conoce mucha más
información de los clientes de cualquier banco, que el propio banco.
Pero ¿y desde el punto de vista de los clientes? ¿Quieren
que Google o Facebook sea también su banco? ¿O prefieren seguir confiando su
dinero a los bancos y dejar las tecnológicas para otros usos? Acaba de hacerse
un estudio en USA que se está replicando en Europa, en el que con cascos NIRS,
eye-tracking, galvanometría y software de reconocimiento facial de emociones,
se está estudiando la percepción de marca de las empresas tecnológicas cuando
se hacen transacciones financieras. De ese modo, los experimentadores están simulando
un Google Bank o un Facebook Bank, en el que sus clientes están abriendo
cuentas reales a modo de prueba durante un tiempo y no solo en las pruebas del
estudio. De este modo, se consigue que la prueba no quede condicionada al uso
de una plataforma nueva, sino que el cliente al menos ya sabe usarla cuando
llega a participar en el test. De momento, en USA, los más jóvenes muestran
mucha más afinidad hacia las tecnológicas a la hora de operar con ellas como
bancos y confiarles sus ahorros, teniendo incluso una percepción negativa sobre
las marcas de los bancos, que no tienen sobre los gigantes tecnológicos. Muy
probablemente la crisis financiera de hace unos años no ayudó en absoluto a la
percepción de las marcas de las entidades bancarias. Con lo que o se ponen las
pilas, o a largo plazo los bancos van a tener no solo un problema en cuanto a
su operatividad y servicios, sino también sobre la percepción de sus
respectivas marcas. Ni siquiera un sector de tan larga tradición y consolidado
como el bancario está libre de tener que transformarse o morir.
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