Podríamos definir el optimismo ilusorio como la
percepción que tenemos la mayoría de las personas de tener más probabilidad de
que nos ocurran acontecimientos positivos (o de que ocurrran menos negativos)
que a la media. Algo que se podría resumir muy bien con la famosa frase de
nunca crees que te va a pasar a ti, hasta que te pasa.
Se trata de un sesgo cognitivo, es decir, una
“desviación” del procesamiento muy habitual en los seres humanos. El optimismo
ilusorio no es ni mucho menos el único sesgo cognitivo, pero sí que es uno muy
estudiado. En la terapia de adicciones es muy importante para el terapeuta
tenerlo en cuenta, un adicto a una sustancia, por ejemplo, suele sobre-estimar
su capacidad para resistir determinadas enfermedades provocadas por su adicción
basándose en que a otros le ha pasado mucho antes pero él no ha tenido síntomas
hasta el momento. También es muy importante su control en la
terapia de tratamiento del juego patológico. Y no es que forme parte de las
adicciones, forma parte de nuestra vida, en las adicciones el optimismo
ilusorio se tiene especialmente en cuenta porque es un factor que ayuda al
mantenimiento de la adicción, pero en realidad es un sesgo presente en nuestra
vida diaria.
Todos sabemos que las redes sociales en general y
particularmente Facebook, no muestran exactamente todas las publicaciones de
las personas y páginas que seguimos. Sino que su algoritmo estima qué contenido
puede ser más relevante para nosotros en función de una serie de factores
guardados casi con tanto cuidado como el secreto de la Coca-Cola y sobre el que
solo revelan algunos de los factores. Si las redes sociales, particularmente
Facebook, muestran la información que cree que nos interesa, ¿Contribuirá esto
de algún modo a mantener o acrecentar la famosa ilusión de invulnerabilidad?
Parece lógico que si la red social nos muestra aquello que es acorde a nuestros
gustos y creencias, debería contribuir a este sesgo.
Ese es el punto de partida que movió a un grupo de
neurocientíficos norteamericanos. Como puede suponer el lector, estudiar este
efecto no es nada sencillo, pero este grupo ha hecho con este trabajo una
primera aproximación interesante y sobre todo que para nosotros, en el mundo
del marketing, tiene una conclusión muy directa.
Para hacer el trabajo lo que hicieron fue medir usando
cascos NIRS y eye tracking el grado de afinidad entre las publicaciones del
timeline y el usuario, comparándolas con otras introducidas “artificialmente”
en sus muros, pero que contrastaban con su “ilusión de invulnerabilidad”. Como
se puede imaginar, el resultado fue que el grado de afinidad era mayor con las
publicaciones que la red introducía de modo natural con su algoritmo, con lo
que se da uno de los factores necesarios para mantener la ilusión de
invulnerabilidad que es el prestar más atención y sentirse más identificicado
con aquello acorde a sus pensamientos y creencias.
Pero cuál es la conclusión dentro del mundo el marketing
de trabajos como este. Pues que los anuncios en redes sociales como Facebook no
solo son necesario, como sugieren las propias compañías, para aumentar el
alcance de nuestras publicaciones. También se hacen imprescindibles a la hora
de llegar a perfiles de cliente que son nuestro target que pero que no son tan
afines con aquellos que nos siguen. Es decir, si las cosas siguen así, cada vez
tiene menos sentido estar (profesionalmente hablando) en redes sociales, pero
no usar los Ads, puesto que limitamos los perfiles a los más afines a los que
ya nos siguen.
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