Desde hace algunos años, no paramos de ver empresas, sobre todo online, con nombres imposibles de pronunciar, pese a tratarse de empresas españolas. No solo pasa aquí, pasa en todas partes.
Gran parte de la culpa la tiene el problema de los nombres de dominio en Internet. Cualquiera puede registrar uno, sin otro requisito que ser el primero en hacerlo. Hay, incluso, quien se dedica a eso. Comprar nombres de dominio para luego venderlos a los interesados. Eso hace que registrar un nombre para tu negocio online, a veces se antoje complicado.
Luego está, como dicen otros, el problema de la globalidad. Un negocio online puede tener clientes en cualquier parte del mundo. Solo hay que salvar las barreras monetarias y de impuestos, pero hay muchas aplicaciones que de forma casi automática te informan de los trámites necesarios para vender en otros países y a la vez le muestran al cliente que está comprando el precio del producto puesto en caso incluyendo portes, aduanas, etc. Gracias a este alcance de la red, muchos buscan para su marca un nombre "multilingüe".
Es innegable las posibilidades de negocio que ha abierto Internet en nuestros tiempos. Pero hay algo respecto al posicionamiento que no cambia, pero últimamente lo tenemos olvidado. Seguramente al decir posicionamiento, muchos han pensado en SEO, SEM y demás estrategias para posicionar webs en buscadores en general y en el todopoderoso Google en particular. Algo que es imprescindible hoy, por otra parte. Cualquier negocio, especialmente online, si no está en los primeros puestos de Google no existe.
Pero hay otra acepción de posicionamiento, de la que nos estamos olvidando en favor del posicionamiento en buscadores. Hablo del posicionamiento de la marca en la mente del cliente. Claro está que este posicionamiento es mucho más sencillo cuando el cliente ha hecho ya la primera compra, sí, pero no son excluyentes. Y últimamente nos preocupamos demasiado del posicionamiento online (que repito, es imprescindible) y demasiado poco del otro.
Cuando estudiamos cómo almacenamos el conocimiento, o sea cómo funciona nuestra memoria (aunque lo correcto sería decir nuestras memorias), hay una regla importante que se cumple siempre y es que no guardamos lo que no somos capaces de entender. Si lo que queremos almacenar es clave para nosotros, somos capaces de modificarlo haciendo nuestra propia interpretación para así llegar a entender lo que entendemos.
Esto llevado al mundo del naming, el nombre de las marcas es sencillo. Preguntémosle a nuestra abuela cómo se llama la tienda esa de la música alta en la que la niña compra la ropa. Bueno, a veces no hace falta recurrir a la tercera edad, pues poca gente la dice correctamente. Es más, yo no estoy ni seguro de cómo se pronuncia correctamente.
En el caso de la famosa tienda del Grupo Inditex a la que me refería, la empresa tiene "poderío" suficiente como para salvar el problema de su nombre. Sin embargo, para un emprendedor el elegir un nombre solo con los criterios "que esté libre el dominio" y "que sirva en todos los países" puede complicarle la vida más de la cuenta.
No olvidemos que para ir a comprar a Bershka no hay que escribir el nombre, pero para entrar en una tienda online sí. Y no es lo mismo escribirlo sin dudas que hacerlo a través de un tercero, que oyó el nombre a un segundo y que ambos han modificado un poco para llegar a entenderlo. Posiblemente nuestro amigo, escriba en Google algo que le lleve a nuestra tienda, sí, pero también es muy posible que lo haga a la de la competencia si este ha sido lo suficientemente hábil con sus estrategias de posicionamiento online y ha elegido como palabras clave algo que suene a tu marca, práctica muy extendida entre los especialistas en posicionamiento.
Así que no nos olvidemos que por mucha ingeniería que usemos en el posicionamiento online, no debemos descuidar las basadas en cómo almacenamos nuestro conocimiento, para el mundo, en general, sin distinciones con nada que lleve line después.
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