Los smartphones se han convertido casi en una parte de nuestro cuerpo. Hoy, todos llevamos uno en el bolsillo y como dicen algunos monologuistas hay quienes incluso los usan para hablar por teléfono.
Elemento casi imprescindible en la vida de algunos, ha llamado la atención de unos investigadores de Virginia que han puesto en marcha un curioso estudio. Con la excusa de probar una nueva app, han instalado en los terminales de treinta usuarios una aplicación a la vez que con dispositivos "weareables" monitorizaban a estos sujetos.
Medían el ritmo cardiaco gracias a una camiseta sensorizada, la conductividad de la piel a través de una pulsera y un anillo medía el pulso en el dedo corazón, información que era contrastada con la que proporcionaba la camiseta. Incluso la "camara sefie" capturaba imágenes de diferentes momentos del uso del terminal. Todos estos datos (incluidas las fotos) se sincronizaban de forma transparente para el usuario a través de la aplicación que teóricamente tenían que probar.
Lo que ellos no sabían es que esta app tenía una misión oculta. Ocasionar que el terminal no funcionase correctamente para obtener datos de lo que ocurre en estos individuos cuando su smartphone tiene un funcionamiento anómalo.
Tras analizar los datos, los investigadores proponen que el mal funcionamiento de los terminales causa altos niveles de estrés y ansiedad a sus propietarios. Dato que seguramente muchas empresas interpretarían como hay que estar en los dispositivos móviles porque las ventas se hacen desde ellos.
Cierto, hay que estar y las tendencias apuntan a que dentro de poco la mayoría de las compras online se harán desde dispositivos móviles. Una empresa no se puede permitir no estar en el bolsillo de un potencial cliente. Sin embargo, según sugieren los investigadores de este trabajo, lo que causa mayores niveles de ansiedad son los problemas en las aplicaciones de mensajería instantánea (Whatsapp, Line...).
Quizá sea porque estas apps se usan casi exclusivamente en smartphones y no pensamos que hay otro dispositivo alternativo, pero lo que también nos debe llevar a pensar es que, por un lado, los teléfonos siguen siendo terminales para contactar con otras personas aunque haya cambiado la forma. Y, por tanto, que una mayor dependencia de los usuarios de estos teléfonos no implica necesariamente un incremento en ventas online a través de ellos. Al menos no de manera lineal. O sea, que las ventas online no aumentan ni mucho menos en la misma proporción que el uso de smartphones.
Muchos empresarios y especialmente emprendedores se quejan de que invierten en tiendas online y no obtienen el retorno esperado. Y esto es una prueba más de que no hay invertir en tiendas online (no solo en tiendas online quiero decir), también hay que invertir en personas. La plataforma en sí, es decir la web, la tienda y su diseño, una vez cumplidos los requisitos mínimos de seguridad para los pagos y su diseño está más o menos alineado con el resto, pasa a un segundo plano siendo más importante lo que la gente dice de ella. Invertir en tiendas online y apps sí, pero también en comunicación, siendo esta segunda partida más importante que las otras dos, si no queremos tener una tienda que no vende nada.
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