¿Habrá algo más navideño en nuestro país que el turrón?
Aunque a estas alturas quizá habría que definir qué entendemos por turrón, pues
a los clásicos de siempre se ha añadido tal variedad, que los más puristas
dicen que lo único que tienen todos “esos” de turrón es la forma rectangular y
a veces ni eso.
Ni es el sitio, ni mucho menos yo soy la persona adecuada
para hablar de lo que es o lo que no es, pues lo único que sé de este producto
es comerlo en todas sus variedades colores y formas, ya cada uno que lo llame
como quiera.
Lo que sí les preocupa, sobre todo a las marcas, es saber
qué factores influyen en la percepción de calidad de este producto y qué mejor
fecha para hablar de un estudio muy reciente en nuestro país que esta en la que
nos encontramos, en la que el que no esté pensando en comerlos es porque lo
está haciendo ya.
El turrón de Jijona, o como se le conoce “el blando”, es
una de las variedad clásicas, tanto que si hay un turrón por antonomasia
seguramente sea este. Podrá gustar más o menos, pero en prácticamente todas las
casas habrá al menos una tableta estas navidades.
Recientemente un fabricante de este producto se preguntó qué
factores influyen en la percepción de calidad de este producto por parte del
consumidor. Para ello se diseñó una prueba en varias fases en la que se
pretendía medir tanto los relacionados con el aspecto, como con el sabor. En
dicho estudio se usaron cascos NIRS, eye-tracking y pulsómetros.
Para la mayor parte de consumidores, el principal factor
de anticipación de la calidad de un turrón es la marca. Como ocurre con otros
productos, atribuimos unas expectativas de sabor a la enseña que protagoniza el
envase, más tratándose de un producto que se consume en una sola época del año
prácticamente en exclusiva. Es más, la fuerte activación emocional que
provocaban algunas marcas, se mantenía en la cata incluso cuando se había
cambiado el producto por el de otra.
Otro factor importante a tener en cuenta es, a la vez, un
quebradero de cabeza para las marcas a la hora de comercializarlo. Se trata del
típico aspecto aceitoso que presente este producto. A mayor aspecto aceitoso,
menor anticipación de calidad y mayor activación emocional adecuada. Es decir, parece
que el consumidor prefiere el turrón blando menos aceitoso que el que más,
independientemente del sabor que luego pueda tener en la boca. Anticipamos
mejor sabor, cuanto menos aceitoso.
Y por último, como curiosidad, destacar que el grosor de
la tableta también influye en la anticipación de calidad. Cuanto más delgadas
menor anticipación de calidad y viceversa.
Una vez más, podemos comprobar cómo factores que no están
ligados con la elaboración del producto como el grosor o la marca, son usados
para anticipar la experiencia de consumo de este producto y, por tanto, tienen
un peso importante en la decisión de compra. Teniendo en cuenta que, de un año
a otro, salvo que la experiencia fuese nefasta, el cliente se ha olvidado de la
relación marca-producto, en los turrones se hace necesario cuidar más aspectos
que la receta en sí, aunque un buen turrón siempre lo seguirá siendo.
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